jueves, 22 de mayo de 2008

Querida, encogí a los niños

No se sabe exactamente qué ocurrió ni por qué. Yo estuve ahí y puedo contarles lo que vi, pero analizando a fondo mi experiencia bien pude haberme vuelto loco y haberlo imaginado todo. Con estas cosas nunca se sabe, supongo.

El primer indicio de que algo extraño estaba ocurriendo fue que el joven Ian, de la habitación seiscientos ocho se encontrara muerto, ahogado en su bañera. Ya que no tenía marcas de ningún tipo se le adjudicó la muerte al suicidio, conclusión que fue apoyada por su fama de depresivo y antisocial. Yo mismo fui a inspeccionar el baño donde ocurrió la muerte y no noté nada anormal. Cuando mi compañero de cuarto se fue de intercambio Prusia, me transfirieron al seiscientos ocho, con un chico nuevo llamado Paul. Paul era un fanático de las historias de detectives y me propuso averiguar qué había ocurrido realmente al joven Ian. Yo, en mi ingenuidad juvenil lo consideré una distracción interesante y comenzamos a hurgar por la habitación en busca de pistas.

Esto me lleva a aquella tarde de abril en que Paul encontró las manchas. En el cable de la ducha teléfono del baño, casi al llegar a las manecillas, había algún tipo de sustancia viscosa transparente, parecida a un gel para cabello, esparcida en pequeñas cantidades. Hasta entonces no nos habíamos puesto a tocar el cable y supusimos que el agua no afectaba las manchas (para nosotros siempre fue obvio que pertenecían a la tarde del crimen). Esa noche apareció muerto el joven Brick, en la habitación contigua, con el cráneo aplastado y su interior esparcido por la aterciopelada alfombra. La misma noche en que no pude dormir debido a extraños mugidos que se escuchaban y que al parecer provenían de la susodicha habitación.

Debido a lo horrendo de la escena, la Institución no nos dejó examinar el cadáver, aunque explicamos nuestros ingenuos propósitos. Ese catorce de abril por la tarde planeamos cómo entrar a la habitación sin ser vistos, concluyendo finalmente que la manera más fácil era saliendo sigilosamente por la puerta y entrando en la habitación de Brick, de noche, cuando todos durmieran. Y fue fácil. Habiendo entrado ya en la habitación seiscientos nueve, nuestras miradas espantadas se cruzaron. Luego de murmurar sobre lo horrible del asunto, y de quejarnos por las arcadas, nos pusimos a observar detenidamente el lugar. Esta vez era muy distinta de la anterior. Todos los muebles de la pieza estaban esparcidos en ésta, como lanzados por una fuerza espantosa y sobrehumana. Y justo al medio de la habitación había un espacio libre de caos, donde incluso la alfombra había sido arrancada, como si el perpetrador hubiera querido que la máxima pureza rodeara la muerte. Y ahí, en el suelo limpio y lustroso, se encontraba Brick. Sostenía en su mano derecha un mapa del río Mississipi, y, viendo lo absurdo de la situación se lo arrancamos de las manos para leerlo. Por alguna razón la Institución no había reparado en el mapa, y supongo que se debió a su negligencia. Observé que sobre el mapa descolorido alguien había garrapateado, con horrenda letra, un nombre. “Brick Thickasa”, con una enorme cruz tachándolo. Me pregunté dónde lo habría conseguido segundos antes de morir. Le mostré el nombre a Paul y se extrañó bastante, pero le restó importancia.

Nos separamos para inspeccionar la habitación, y me entretuve mirando debajo de las camas y de los muebles rotos. Luego de un rato, entré al baño, y observé sorprendido que la tina de Brick estaba llena de leche. ¿Qué clase de monstruo podría haber hecho aquello? Escuché a Paul gritar de horror, y salí corriendo del baño. Ahí estaba él, y ahí estaba también, al parecer recién caído del techo, un mapa de Wisconsin. El espanto recorrió toda mi espalda en un escalofrío, y pude leer lo que había escrito en el mapa.

“Paul Mcartney”. Con una enorme cruz sobre el nombre. Estaba paralizado. Lágrimas habían empezado a salir a torrentes por los ojos de Paul, hasta que no pudo sostenerse y cayó al suelo. Lenta, muy lentamente, levanté mi cuello, lleno de miedo, mirando hacia el techo. Y ahí estaba.

Sobre nosotros había un enorme bovino, negro en su totalidad de piel, con los ojos rojo sangre. Tenía un antifaz en el rostro, como si no quisiera ser reconocido, y de su boca salía espuma verde a borbotones, que limpiaba periódicamente con un pañuelo de lino blanco. Mis piernas temblaban demasiado como para mantenerme en pie, y caí al suelo (me parece que también gritaba y chillaba como un loco (lo que probablemente sí era)).

En mi miedo me había olvidado de Paul, quien corrió hacia la puerta e intentó abrirla con todas sus fuerzas, pero no hubo caso. Estaba cerrada. Se dio vuelta gritando “¡yo no tuve la culpa! Yo no fui, de verdad, todo fue cosa de Brick, por favor, ¡déjame en paz!”

El bovino se dirigió hacia él, y gritó con una voz profunda y potente “NOMBRE”. Brick chilló. “NOMBRE”. Tomó a Brick por el cuello de la chaqueta y le destrozó la espalda contra la muralla. “NOMBRE”. Brick, con el rostro lleno de terror masculló algo que apenas pude oír, pero que al parecer fue “Abraham Lincoln” (quien murió aplastado unas semanas después, en circunstancias parecidas a las de Brick). El bovino tomó a Paul, y lo lanzó contra la ventana. El cuerpo ya inerte de este rompió el vidrio y salió disparado, cayendo desde un sexto piso. El bovino retrocedió, lanzó una especie de piedra con fuerza hacia el suelo y desapareció en una voluta de humo.

Yo me quedé ahí, pasmado, y solo me pude levantar dentro de unas horas. Es una experiencia extraña, yo lo sé, y para mi cada vez adquiere un carácter de sueño más marcado. Pero lo que vi fue tan real, tan convincente, y asimismo lo que ocurrió después, que me quitó el buen sueño por un buen puñado de meses. Ahora, en rehabilitación, he podido ir desentrañando el asunto, y aunque tengo un carácter recluido y extraño, según el resto, he ido sanando viejas heridas. Al final, por lo demás, parece que las manchas en la tina realmente eran gel para el cabello.


FIN.

1 comentario:

Anónimo dijo...

aaaaaaa! me duele
porque me haces esto cristo
es muy feo, me da chuto
no voy a poder dormir por culpa de tito el bovino. puaaaj! pobre paul.
yo al principio, c uando recien dijo paul macarni pensé que ellos lloraban porque eran fanáticos de los vitls y paul era solo un tocayo, y pienso que sería mucho mejor así, pero lo de que maten a su amigüelo le da el toque malvado y tenebroso (Que tiene todo el texto).
eso, esta bueno.