lunes, 24 de marzo de 2008

Eclipse.

El Sol, orgulloso, imponente, se encontraba donde siempre, en el centro del Sistema Solar. 'Debo quedarme aquí' - pensaba - 'Los rumores que corren sobre los humanos son solo eso, rumores. Después de todo, solo son insignificantes creaciones de la Madre'. Pero dentro de su corazón guardaba un extraño pesar, y en el fondo sentía que lo que se decía era cierto. Llevaba mucho tiempo ahí, mucho más que cualquier creación, y sin embargo, estas clamaban poder destruirle. En el fondo, tenía miedo, como nunca había tenido. Y como nunca había tenido miedo, no sabía como reaccionar.

El sol miró en todas direcciones al mismo tiempo, como le era habitual. Y allí, adelante, atrás y a los lados, arriba y abajo, vio pequeños destellos de luz plateados. Eran estrellas, por supuesto, y suspiró por la hermosura del espacio, que no terminaba nunca de admirar. De pronto, notó algo extraño: Una de las estrellas se movía más velozmente que las otras. La observó atento e interesado, olvidándose casi por completo de su miedo. La extraña estrella se hizo más grande, como si se acercara, y luego se alargó tomando la forma de una inmensa y fulgurante cuerda plateada. El Sol se alarmó. ¡¿Qué era aquello?!

Un látigo. Uno tras otro se sucedieron, rodéandolo completamente, e inmovilizándolo. Estaba desesperado. Recurrió a toda su energía e intentó consumir a sus amarras, pero el calor no parecía afectarles. Parecían estar hechas de luz.

Dos naves de tamaño colosal, para el Sol diminutas, se acercaron una a cada lado, sosteniendo todas las amarras con unas grandes garras que salían de la parte superior de éstas. Comenzaron ambas a tirar con fuerza y a desplazar a la Gran Estrella a lo largo del sistema. Naves similares arrastraban una enorme esfera de metal muy pulido y de tamaño similar al Sol y la colocaban donde éste antes había estado.

El solo observaba todo lleno de espanto, pero no desprovisto de interés. La tecnología de estos humanos era impresionante, y quería saber cómo se las arreglarían sin Sol. La respuesta no se hizo esperar. Se dio cuenta de que la esfera de metal estaba formada por múltiples placas más pequeñas, que en un parpadeo se escondiero dentro de la máquina y dejaron paso a unas placas transparentes, que irradiaban una luz cegadora.

'Así que era cierto' - se dijo -, 'he caído. Han logrado inventar una máquina más eficiente que el propio Sol'.

Y así, mientras era destruido, y soltado al espacio, el Sol presenció como el ser humano lo reemplazaba por su tecnología, por su estúpida comodidad, por rayos que no dañan la piel, por poder controlar la temperatura, por poder... POR PODER.


FIN.

No hay comentarios: